Cando era pequeño soñaba con volar por los cielos, lanzar telas de araña y correr más rápido que el sonido recogiendo anillos por el camino. Ahora que tengo más de cuarenta tacos, sé que por fin soy un superhéroe. Soy Supér-alo, y no estoy seguro de si soy bueno o malvado, pero mi don es haber olvidado lo que una vez me hizo feliz. Mi poder me permite amargar a cualquiera. Por ejemplo, el otro día frustré un atraco. Me acerqué y convencí al delincuente para que se entregara, gracias a mis grandes dotes de persuasión. Sin embargo, intuyo que quedó tocado. Tiró el arma al suelo, se echó rodando con las manos en la cabeza, llorando y gritando a la vez. No volvió a salir del manicomio. Robo ilusiones, ese es mi secreto, porque yo no tengo.