La antropóloga Kristen Bell considera en su artículo «Genital Cutting and Western Discourses on Sexuality» que los discursos sobre la sexualidad masculina y femenina en Occidente promueven ideas muy diferentes sobre el corte genital masculino y el femenino. En este fragmento del texto expone cómo funcionan estos discursos en la propaganda a favor de la circuncisión masculina en relación a sus supuestos efectos beneficiosos en el plano sexual*.
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Hombres activos y mujeres pasivas: construcciones contemporáneas de la sexualidad masculina y femenina
Lenore Tiefer (1992) ha observado una serie de creencias sexuales a las que muchos hombres estadounidenses se adhieren[1], incluyendo la percepción de que el aparato y las necesidades sexuales de los hombres son simples y directas (a diferencia de las mujeres); que los hombres siempre están listos, dispuestos y deseosos de tener tanto sexo como puedan; y que la proeza sexual es fundamental para la masculinidad. En este discurso está implícito un discurso paralelo sobre la sexualidad femenina. Debido a la naturaleza aparentemente menos directa de la fisiología femenina y la respuesta sexual, se supone que las necesidades sexuales de las mujeres son más complicadas y limitadas que las de los hombres.
Susan Bordo (1999) escribe extensamente acerca de la prominencia de la tesis del «hombre caliente», revitalizada por la ciencia popular, que «[ha estado] ocupada restableciendo que los hombres son brutos promiscuos impulsados por la testosterona a quienes la naturaleza no permitiría mantener sus pollas dentro de sus pantalones» (p. 232). Esta imagen del hombre sexualmente rapaz impregna las representaciones populares de la masculinidad, desde los anuncios de los medios de comunicación a los manuales de relaciones, como las obras de gran éxito del psicólogo John Gray. Como señala Bordo (1999: 232), para Gray, «las mujeres necesitan hablar para elevar su temperatura sexual […], porque a diferencia de los hombres, nos calentamos no por la física, sino por la química mental […]. En contraste, el soplete del hombre se enciende por la atracción física “sin sentido” de las partes del cuerpo».
La moneda en curso de estas ideas es también evidente en el bestseller de Smith y Doe’s[2], What Men Don’t Want Women to Know: The Secrets, the Lies, the Unspoken Truth (Lo que los hombres no quieren que las mujeres conozcan: Los secretos, las mentiras, la verdad no hablada[traducción libre T.]). La premisa central de su libro es que el hombre es un «animal sexual» (p.11) que «pasa su vida en uno de dos estados básicos: cargado o descargado» (p.26)[3]. En este marco discursivo, la cirugía genital es mucho menos probable que perjudique a la sexualidad de un hombre que a la de una mujer debido a su impulso sexual altamente desarrollado, instintivo y poderoso. Los instintos sexuales de una mujer, siendo fundamentalmente más delicados, serían paralizados por cualquier forma de cirugía genital.
Esta conexión entre la circuncisión y la sexualidad masculina es más evidente en las percepciones populares de que los hombres circuncidados «duran» durante las relaciones sexuales[4]. Los sitios web pro circuncisión proporcionan una fuente fascinante de información sobre este aspecto de la circuncisión masculina. Sin lugar a dudas, muchos de estos sitios web se originan en países donde la circuncisión masculina es menos común (como el Reino Unido y Australia), al igual que la mayor parte de los sitios web anticircuncisión proceden de los Estados Unidos[5]. Sin embargo, diría que estos sitios proporcionan una importante fuente de información sobre los significados culturales que tiene la circuncisión masculina, significados que a menudo sólo se articulan explícitamente en contextos en los que la circuncisión masculina está menos normalizada.
Varios sitios web de pro circuncisión (especialmente www.circlist.com y www.circinfo.com) [6] configuran activamente la circuncisión masculina como una especie de restricción sexual positiva para impedir el «gatillazo» del hombre durante las relaciones sexuales. Según circlist.com, aunque un pene incircunciso puede ser más sensible, esta misma sensibilidad puede llevar a la eyaculación precoz. Tales «beneficios» de la circuncisión masculina son un lugar común en la discusión, como se ve en la siguiente selección de citas:
Mi esposo tenía un prepucio muy largo y grueso que no se retraía automáticamente cuando estaba erecto […] Esto proporcionaba muy poca estimulación para mí. En consecuencia, después de discutir esto durante varios meses (durante los cuales no me proporcionó ni un orgasmo), lo convencí de que lo circuncidaran […] Mi esposo y yo estamos muy contentos con los resultados. Ahora tiene una circuncisión muy apretada y no queda frenillo […] El sexo es mucho mejor para los dos. — Karen, EE.UU. [Circlist, 1999]
Me gustaría escribir y expresar la alegría y la liberación que también siento acerca de estar circuncidado. Es una operación de embellecimiento, la cirugía estética en su mejor momento. También es más cómodo, el sexo es mejor y es mucho mejor para su pareja. Me sorprende que una mujer consienta al sexo con un hombre que todavía tiene su prepucio. Por lo tanto, es de esperar que las mujeres hagan que sus hijos varones sean circuncidados para la próxima generación de mujeres, pero entonces se les plantea un problema. Estos hombres nunca tendrán la oportunidad de experimentar la alegría de ser circuncidados, aunque espero que se contenten con su estado circuncidado una vez que sus madres les cuenten lo que les han hecho y por qué. — Anonymous, Reino Unido [Circlist, 1999]
Mi novia me dijo que prefería la apariencia de un pene circuncidado, y me preguntó si lo consideraría. Al principio le di respuestas evasivas, pero después de pensarlo durante unas semanas decidí seguir adelante y decirle que realmente lo consideraría […] Los pensamientos y recuerdos sobre esta experiencia han enriquecido desde entonces nuestra vida sexual [sic] más allá de lo descriptible, y aunque no quisiera pasar por eso otra vez, me alegro de haberlo hecho y recomendaría esta experiencia a cualquiera. — George, [Circlist, 1999]
Mi primera circuncisión fue a la edad de 17 años y fue hecha por un practicante general [sic]. Solicité por mi cuenta la cirugía sin el conocimiento de mis padres […] La circuncisión se realizó con anestesia local en la oficina de los médicos. Desafortunadamente no se tomaron puntos de sutura que acabaron en una cicatriz desigual de 3/16 pulgadas de ancho. Me he recircuncidado a los 23 años para eliminar el exceso de tejido de la cicatriz. No me arrepiento de haberme circuncidado. La sensibilidad algo reducida de la cabeza se compensa por la prolongación de las relaciones sexuales. Mi esposa aprueba la circuncisión. Encuentro el sexo mucho más prolongado y agradable. — Rob. [Circinfo, 1999]
Yo fui circuncidado siendo recién nacido así que mi perspectiva es la del punto vista de haber estado siempre circuncidado […] Unas cuantas de mis más de cien parejas (no es por presumir) han hecho comentarios no solicitados sobre su preferencia por parejas circuncisas y que estaban contentas de ver que mi pene había salido bien […] Otra ventaja de mi circuncisión es que aparentemente duro más durante el sexo; de nuevo comentado por las damas. Esto puede ocurrir a expensas de alguna sensebilidad [sic]. Pero de nuevo no puedo hablar de eso, ya que siempre he estado circuncidado. — Bob. [Circinfo, 1999]
Aunque estos comentarios son en su mayoría de hombres circuncidados a una edad tardía, creo que articulan construcciones de sexualidad masculina que están atrincheradas y que son penetrantes. Es importante destacar que estas anécdotas hablan del papel que desempeña la competencia sexual en las construcciones de la masculinidad contemporánea, ya que muchos hombres creen claramente que cualquier pérdida de sensibilidad que acompaña a la circuncisión es compensada por su mayor rendimiento sexual. La cuestión de la sensación reducida es tanto para los hombres que tienen esta operación como para sus parejas sexuales. Esto plantea un contraste sorprendente con los discursos dominantes que rodean el corte genital femenino, donde la idea de una mujer sometida a cirugía genital para mejorar el placer sexual de su pareja (mientras que concomitantemente reduce su propio nivel de sensación) golpea a la mayoría de observadores como «bárbaros» y misóginos. La diferente reacción que estas operaciones evocan no es sorprendente a la luz de los supuestos acerca de la sexualidad masculina instintiva y activa y de la sexualidad femenina frágil y pasiva que he detallado más arriba. Por lo tanto, como señala Bordo, cuando se trata de sexo, «en su mayoría, los cuerpos de los hombres se presentan como juguetes de héroes de acción, los embrollan y los ven actuar» (1999: 191).
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*Posiblemente este tipo de propaganda sea más frecuente que en los países donde la circuncisión masculina es mayor que en aquellos que todavía estarían en la fase de abordarla desde una valoración de la higiene. En el mismo artículo, Bell expone que la concepción de victoriana de «higiene» estaba unida a una lucha contra la masturbación infantil, como es el caso de «John Kellogg, cocreador de los copos de maíz de Kellogg y reformador de la salud obsesionado con los movimientos intestinales regulares y la masturbación, vio un valor similar en la circuncisión. En 1888 escribe,
Atar las manos [para superar las tendencias masturbatorias] también es exitoso en algunos casos […] Cubrir los órganos con una jaula se ha practicado con un éxito rotundo. Un remedio que casi siempre tiene éxito en niños pequeños es la circuncisión. La operación debe ser realizada por un cirujano sin administrar un anestésico, ya que el breve dolor que acompaña a la operación tendrá un efecto saludable sobre la mente, especialmente si está conectado con la idea de castigo.
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Notas[1] Sus comentarios parecen igualmente relevantes para las construcciones sociales de la masculinidad en otros países occidentales como Australia, Canadá y el Reino Unido.
[2] Estos nombres son pseudónimos ya que los autores ocultaron sus identidades reales.
[3] La metáfora de la pistola se usa de manera bastante explícita en todo el libro, según los autores, «Tiene forma de arma de fuego. Dispara. Y, como una pistola, un pene es sin duda más peligroso cuando está cargado que cuando está descargado» (p.27).
[4] Tales ideas son comunes en Australia, aunque tal vez se articulen menos conscientemente en los Estados Unidos, donde la mayoría de los hombres están circuncidados.
[5] Evidentemente, ser «pro circuncisión» solo se convierte en una etiqueta significativa en contextos donde la práctica no está verdaderamente normalizada, y, a la inversa, la «anticircuncisión» se carga de manera similar en contextos donde se da por sentada.
[6] Aunque circlist.com parece centrarse en las dimensiones erótica y estética de la circuncisión masculina mucho más explícitamente que otros sitios web pro circuncisión (muchos de los comentarios están acompañados de imágenes pornográficas), lo cierto es que las páginas que se centran en la «educación» como circinfo.com contienen comentarios similares, como muestran las citas.
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Referencias citadasBordo, Susan (1999) The Male Body: A New Look at Men in Public and in Private. Nueva York: Farrar, Straus & Giroux.
Tiefer, Lenore (1992) In Pursuit of the Perfect Penis: The Medicalization of Male Sexuality. En Men’s Lives. M. Kimmel, ed. Pp. 450–465. Nueva York: Macmillan. Toubia, Nahid.
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Fuente: Medical Anthropology Quarterly