Trabaja para un constructor de esos que levantan ciudades de vacaciones junto al mar y cobra buena parte de su sueldo en especia, esto es, que el jefe le pone un apartamentito dentro del complejo. Y así se ahorra "un pastizal en hipoteca", me dice. Vive en los dominios de su señor, en una casa que no le pertenece, de la que se levanta cuando sale el sol para ir a trabajar también en las tierras de su señor, hasta que el sol se pone. "Te falta una muralla alrededor del resort, con su foso y su puente levadizo", le digo yo, por aquello de que la confianza da asco. Nos reímos un poco y luego nos ponemos serios de pronto, porque empieza a cascarme cómo es eso de que el jefe te tenga viviendo a dos manzanas de la oficina, ver las pelis y las ofertas de Infojobs gracias al router de empresa que trae el apartamentito, que viene con una VPN configurada por defecto que convierte tu casa en otro cubículo de la oficina; dormir junto a una mesilla de noche en la que descansa un teléfono al que se puede llamar empleando una extensión de la centralita corporativa. Las vacaciones, por supuesto, también las hace dentro del complejo vacacional, que está sito en medio de la nada y qué mejor muralla que esa. Cuando baja a la calle se encuentra con otros como él y así son las conversaciones. Cuando va a un restaurante paga con los cheques de empresa o con la tarjeta de empleado porque los restaurantes del complejo también son propiedad del Señor Matanza. ¿Qué es eso de moler tu trigo en el molino de otro señor?
Es una estructura neofeudal, de arriba a abajo. Está pasando, y lo gordo es que si me pongo a acorralar a mi amigo con los detalles más sórdidos él saca las cifras a colación y no veas qué chollo es vivir en los dominios del señor. "Cuando te despida ya estás en la puta calle y, de paso, en el exilio", le digo. Y ni así. Se pone a hablar de la gente que trabaja en los cruceros o en esos complejos industriales, científicos, agropecuarios... remotos, que habilitan viviendas para los trabajadores. "Ya, pero es que tú no estás de paso, por un proyecto puntual, unas temporadas o un contrato de obra y servicio, tú llevas instalado en ese Minecraft ya ocho años, tío". Y que le dure.
Únicamente se echa en falta el derecho de pernada, pero todo se andará.