Hemos aprendido que ante una cámara tenemos que sacar la mejor de nuestras sonrisas, aunque no lo sea precisamente. "Pídeme lo que quieras menos sonreír. Nunca sonrío. No me gusta". Esa fue la petición, formulada, con extrema educación, que me lanzó un entrevistado antes de comenzar la breve sesión. No hubo, de mi parte, nada que objetar: ¿quiénes somos los fotógrafos para pedirle a la gente que vaya por el mundo con una sonrisa o que se la borre de su cara porque le necesitamos serio?