Los seres humanos llenos de la soberbia con que nos han alimentado las religiones acerca de que somos la especie dominante pues fuimos creados a imagen y semejanza de dios, andamos por este mundo henchidos de altanería y ufanándonos de ser la personificación de la evolución superlativa…Y no es así.
Hemos dado pasos agigantados en nuestro avance tecnológico, pero nuestra esencia vital no ha variado un ápice. Seguimos siendo el mismo simio ladrón, mentiroso, conspirador, hormonal, y auto destructivo.
Se que a muchos les van a incomodar estas descripciones, pero esa incomodidad sòlo tiene asidero en nuestro reflejo por no aceptar en nosotros mismos lo que en los demás vemos como condenable.
¿Quién no ha robado algunas monedas, algún objeto, alguna idea, o lo que fuera que obviamente no nos pertenecía?
¿Quién sobre este mundo no ha mentido alguna vez?
¿Quién no ha conspirado contra alguien?
¿Quién alguna vez no ha actuado irracionalmente guiado únicamente por sus hormonas?
¿Quién no se ha refugiado en la auto destrucción en búsqueda de algo de placer momentáneo o queriendo sosegar alguna carencia?
Pero nos cuesta reconocernos… Y es que socialmente tampoco resultaría meritorio ni bien visto, reconocer que tenemos latentes estas debilidades. Entonces nos vemos forzados a querer ocultar lo que en realidad somos.
Es así como el humano agrega a su ya retorcida esencia un ingrediente muy propio y exclusivo en nuestra especie…¡¡La hipocresía!! Y con ello intentamos disfrazar y disimular nuestra bestialidad.
Lógicamente, a quienes se rasguen las vestiduras y más le cueste aceptar ser portadores de estas características, serán exactamente los que las manifiestan de manera más recurrente.
Permítanme estampar aquí un adagio muy realista y siempre vigente: “Cualquier ser humano que no esté purgando condena social, es simplemente porque a nadie se le ha ocurrido investigar plenamente sus actos”.
Entonces, aunque nos cueste asumirnos y aceptar nuestra condición de animales sin evolución esencial, seguimos siéndolo, pero como de manera inconsciente, poco consciente, o consciente, nos avergonzamos de ello, nos hemos convertido en la especie psicológicamente retorcida por excelencia:
En mayor o menor medida somos mezquinos, desconfiados, egoístas e individualistas. Por ello nuestro afán de acumular bienes materiales que muchas veces sabemos que jamás llegaremos a consumir. Por ello muchas veces se nos hacen insoportables los logros de nuestros semejantes. Por ello nuestro paso por este mundo está plagado de insatisfacción, y la plenitud nos resulta esquiva y ajena.
Por estas razones puedo asegurar, que si en este momento te sientes embargado por la idea de que mis conceptos son erróneos y no se ajustan a tu perfil, tienes muy serios problemas de conducta, aun cuando los tengas muy ocultos y muy bien disimulados.
O. Mejìa, Arte y Cultura