Si uno tiene el ego poco domado, al saber las verdades le resultará doloroso. Conocer que somos un grano de arena en mitad de la nada, microbios en un hueco inabarcable, afectará y nos defenderemos con fe y razonamientos estancadores. Nos sentimos afectados, como si eso acaso tuviese que ver con las leyes del Universo. Sin embargo, si uno deja de lado al ego, al egoísmo egocéntrico usurpador, y comprende que no somos nada, entonces comienza a vivir y ser feliz. Deja de aplicar leyes y lógicas humanas a la materia de la realidad, acepta simplemente qué es la existencia. Uno es feliz cuando no se interpone uno mismo sobre sí mismo.