IRC en España. Segunda parte

(Acto 2)

Cada cierto tiempo, visito un canal aleatorio, y voy porque me apetece :) ; más aún si me invitan (no soy de los que digan "no" salvo si la invitación es muy disruptiva con lo que ya me gusta hacer) e incluso si en realidad no me apetece en absoluto o no le encuentro ningún aliciente a la temática del canal. ¿Qué ofreces tú que no me ofrezcan los otros ocho mil restantes? ¿ Aquello de lo que tú hablas no puedo hablarlo en #Barcelona o en #fontaneros_sin_complejos ? Me apunto y entro al ajo, en absoluto por creer que vaya a divertirme, sino sólo para ver a la gente, sentir qué siente el que invita cuando la invitación y la no invitación dan el mismo resultado pero una implica un esfuerzo que se podía ahorrar... y también, por qué no, podría pasar algo realmente divertido. Si existió un Julio Cortázar, pueden perfectamente existir dos. Me presento con mi nick, digo el "Buenas tardes" (me toca a mí la 4ª vez y después de mí la quinta, y la sexta...), cuento un chiste de mariquitas y veo si me banean. No lo hacen, incluso alguno me pregunta por la moraleja. "xd", "¿Qué tal?" "youtube.com/watch?fdasdfasdfasd temazo loko". Me quedo diez minutos en silencio, leyendo. He cumplido. Me salgo.

Quizá mi impaciencia con estas maniobras provenga del hecho de que jamás he irrumpido activamente en un evento, digamos de manera muy "implicada". Antes bien, he preferido observarlos desde una distancia prudencial, permitiendo a otros muchos más expertos que yo en la materia interactuar, seguir los rituales de conversación pertinentes, caer de bruces y sacudirse de encima el polvo con la mayor dignidad posible y procurando que no les haya visto mucha gente abrir privado a esa individuo de nick "ChicaRemolona19" que en realidad les ganaba en centímetros de dedo corazón y pulgares prensiles. Estas observaciones me han granjeado una suerte de conclusiones; de manera análoga a tantos otros publicados en páginas web del ramo y sin ningún conflicto de interés ( :) ), procedo a su disección ordenada por capas.

Como cualquier entendido en las redes comprende, el ritual de conversación protocolario en cualquier red social empieza de manera tangencial. En el canal general usualmente se ofrecen temas actuales que no requieren de un gran esfuerzo por parte del hipocampo, todo lo más una lectura rápida del periódico comprado a la vieja más cercana al domicilio y descontando el crucigrama y la tetona de la última página. Aquí se presentan los desconocidos. Aunque el IRC se considera un hobby, de añadidura al horario laboral, las conversaciones que en él tienen lugar adquieren muy pronto tintes de activismo en pro de la identidad propia. Al final lo que más importa en estas conversaciones no es la diversidad de las distintas personas que pueden participar, sino los puntos en común con los que poder relajarse: que personas con tantas diferencias entre sí muestren actitudes e intereses parecidos al conversar, o por lo menos incumplan las mismas normas ortográficas, a medida que los temas vienen y van. Cada uno de ellos no puede detenerse demasiado en temas estrictamentee relacionados con las áreas que dominan, así que se escogen los temas o puntos de actualidad que incitan más fácilmente la controversia y que además les parecen interesantes. De ese modo, el fontanero catalanista pregunta (aunque no con mucho interés) sobre el debate de la Independencia, pero no sobre las novedades del diseño de tuberías, las huelgas de su gremio o la estafa de los que instalan sin los permisos correspondientes; el profesor universitario se queja de lo inútiles que son las nuevas generaciones en su alumnado pero no se para a discutir los orígenes indoeuropeos de determinadas declinaciones de acuerdo a las últimas investigaciones llevadas a cabo por su colega en la Universidad de Rumanía. La presentación de los desconocidos pasa, de esta manera, a convertirse en un ejercicio de expedición y exploración de la ignorancia (de los demás), y todos los presentes ven así justificados sus pensamientos de sentirse realmente privilegiados por disponer de aparatos (los ordenadores) que consumen tanta energía como cualquier fábrica de carbón en el siglo XIX, dedicados a cuestiones de tan alta alcurnia.

O más todavía: los presentes pueden no ser en realidad fontaneros ni profesores Universitarios. Nada garantiza que ruben34zgz no sea sino Pablo Iglesias Iturrión en un breve estiramiento mental y mantenimiento de contacto con el populacho antes de enzarzarse de nuevo con vericuetos burocráticos, y esas conversaciones no sean sino un pre-calentamiento para futuras reuniones de miembros del auténtico y jamás mejor enmascarado Club Bildelberg, uno imposible de localizar precisamente por lo evidente y disponible para todo el mundo. Como puede comprobarse, el engreimiento empieza nada más uno se da cuenta de que una invitación a veces hace falta para acceder a según qué sitios de "elegidos", y de ahí en adelante todo es un camino cuesta abajo que no hace sino aumentar la sensación de exclusividad y vanagloria (no lo olvidemos, siempre con un "buenas tardes" mediante, y siempre repetido 9 veces). Por supuesto, no todos los que no saludan son bots, siempre hay cuatro o cinco (o cuarenta o cincuenta) en estricto ascetismo de privación verbal -demasiado humildes como para atreverse a romper el flow de varios usuarios parloteando sin acuerdo previo- solamente roto ante la presencia de la ya mencionada "ChicaRemolona19" que provoca en su metabolismo lo que la primavera a los cerezos. La orquesta de buenos-días les ignora en un sentido positivo: hablarán con ellos cuando estos escriban algo, y ese algo les sea relevante.

Se pide a los usuarios implicación: esa broma sobre los terroristas ofende a la dignidad moral y no faltarán jamás las desavenencias en cuanto a malentendidos por faltar un acento aquí, por sobrar un comentario sobre explosivos justo después del día del atentado en Ramstettenburgo allá (la periodicidad de los mismos asegura que los comentarios que impliquen derivados de los azoles sean siempre inoportunos salvo en el canal de #quimica que, precisamente a cuenta de esto y por fortuna, jamás fue creado ni se creará). Aparece el/la fundador/a del canal; las conversaciones se interrumpen y no tardan los comentarios de elogio, los ruegos para que se quede, para que no se esfuerce tanto por asegurar la calidad de los canales ( :) :) :) :) ). Si se compara ese momento con un almuerzo, el fundador es quien parte, reparte, se lleva la mejor parte, bendice la mesa y mira fijamente a todos los convidados de piedra antes de hincar el tenedor, o irse. A modo anecdótico, comentar que yo me salvo de toda esa tontería ceremoniosa por el detalle de que a mí la cybergenuflexión me resulta en gran medida indiferente (por ahora). Aquí no comento esto para buscar la aprobación del lector. No es la intención. A diferencia de en una relación estrictamente laboral o aquella que vincula a un padre con un hijo (o a un gobernador con el adscrito a su territorio foral), no me siento obligado, frente a mi teclado y mi cuadriculado y luminoso monitor con el iconito de Güindous, a buscar la aprobación y el beneplácito de mi contertulio. Por ello, digo sin tapujos en la que probablemente sea mi mayor extensión de texto escrita en Menéame hasta la fecha: la usuaria -de nick que empezaba por "Rese" y acababa en "teando"- que me dijo una vez que las redes sociales eran una de las pocas oportunidades para que gente que no se conocía pudieran mantener conversaciones inteligentes y agradables, creo le faltaban un buen par de tornillos. Las conversaciones en las redes sociales son de un calibre mental con números negativos. Conversaciones inteligentes y clarificadoras -de cualquier tipo o especialidad- no pueden tener lugar en un contexto en el que cualquier convicción fundamentada en argumentos elaborados y múltiples está mal vista por defecto, y las ganas por seguir el hilo de un pensamiento son constantemente enterradas por las últimas noticias sobre la parida de un presidente o el (supuesto) ridículo de un presentador con un actor extranjero invitado, donde las emociones intensas por resoluciones claras se reservan solamente para desearle la muerte al hijoputa de turno que mató un perro a palazos. La conversación TIENE que ser chispeante y emotiva, plas-plas-plas-plas-plás, conclusiones acertadas o deducciones ingeniosas no hacen sino cortar el rollo de los presentes, porque "no sigues tirando en el juego de playa de la cuerda" y se trata precisamente de eso, no de "¿qué más da, desatar que cortar?"

¿De qué hablar, entonces, si te mueres de ganas por leer los entresijos del cribado genómico con microarrays, de qué siente una persona cuando un tiburón le arranca la mitad del cuerpo o come bromadiolona a puro bocao, de cuáles son los protocolos específicos para cagar en el monte, o de la otra posible conclusión del "Asesinato en el Orient Express"? Pues de lo caro que está todo; de que son los alcaldes los que quieren que cuanto peor, mejor; de lo que mola el disco de Rory Gallagher, lo inmerecido del Nobel de Bob Dylan o el twitter incendiario de una chica trans cuya identidad sexual de repente a todo el mundo le importa. Personas que de ordinario no se preocuparían jamás por el avance tecnológico de los drones, por la cuestión de los movimientos migratorios México-EEUU o por la acupuntura de repente siguen el compás del director de orquesta del periódico de turno con la última noticia en primera página, aunque un mes después les sude enormemente las pelotas lo que les pase a los habitantes de Iguala o Ayotzinapa (México) por mucho que los estudiantes asesinados fueran tan injustamente muertos como lo fue el propio Lorca, dónde se habrá podrido el cadáver de Aylan Kurdi (el niño refugiado sirio ahogado), Excalibur el perro con Ébola, o las grabaciones de Fernández Díaz para tirar por tierra a las oposiciones políticas. No importa realmente el tema, porque el tema no es el fin sino el medio. Los datos técnicos pueden consultarse generalmente en cualquier enciclopedia al uso (todavía más con Wikipedia), pero con los comentarios de turno (a diferencia de los valores precisos), el lector avezado averigua por infusión en qué clase social se encuentra, cuáles son sus preocupaciones y las del vecino, cuál es su posición en el mercado de ideas y de sus propietarios; se incorpora de traspiés en el circulo vicioso del pensamiento en el que "eres aquello de lo que hablas, aquello que tus preocupaciones te permiten pensar, y hasta los límites del pensamiento que tu léxico te permita".

A modo de apunte a este respecto, me gustaría saber por qué nadie de todos los entrevistados del IRC en los enlaces del Acto 1 comenta el pequeño detalle de que, si intentas hablar en francés o inglés, eres automáticamente baneado en TODOS los canales generales y todavía más, sin explicación válida de por medio. Lo gracioso es que no hay ninguna norma al respecto que contradiga o prohíba el uso de vascuence, euskera o lunyankole si es preciso, pero el "contrato no verbal" a este respecto existe, el acuerdo tácito entre arrobas es real. No puedes hablar en idiomas extraños en aquellos canales de temática general cuyo founder no los domina, so pena de pensamiento digresivo y descontrol lingüístico en plan "another brick in the wall". Un saludo a @Victima_de_la_Cultura , él sabrá a qué me refiero (y si no, sabe dónde averiguarlo en muy poco tiempo).

Esta clase de conversaciones son una forma de entretenimiento propio de las grandes ciudades. Los habitantes de las periferias o zonas socioeconómicamente inferiores necesitan hablar con conocimiento de causa sobre cuestiones más detalladas y entresijos de los temas que se tratan, a la manera en que alguien que visita una ciudad en la que no ha nacido debe optimizar su tiempo y energías para adquirir los recursos que necesita de vuelta a su pueblo natal. Los más acomodados, con mayor cantidad de necesidades cubiertas -y por lo tanto, menos inquietudes- encuentran estos medios como lugares donde sobrellevar conversaciones "de pasada"; comprenden que la ratio coste/beneficio es menor en lugares así y no dedican tanto tiempo como los novatos. Es posible que el envejecimiento de una plataforma de conversación por chat pueda medirse en función de la cantidad de conversaciones profundas en relación con las "mundanas" que tienen lugar en él, e incluso, la relación entre esta clase de conversaciones y la renta per capita de la localidad en la que los servidores se hallan localizados. Puede que esto sea divagar de más, pero no es en absoluto falso que un indicador de crecimiento social es la cantidad de bibliotecas, a lo que llama la atención la divergencia entre "envejecimiento" y "crecimiento" en función del soporte de la información, en papel, o digital.

La cantidad de conversadores en torno a un tema determinado no suele sobrepasar los 8 ó 6. El número de implicados también influye en la intensidad con la que un individuo se atreve a defender su punto de vista y si se predispone más a escuchar convencido de que el esfuerzo por convencer le vencería de partida. Conversaciones intensas entre dos personas, tal vez tres, son señaladas como si hablasen en un idioma extraño. No es raro encontrar entre gran cantidad de usuarios de nick "PepeElDelHuevoRepe", o "Abogado-Dominante" a alguien interesante con quien realmente seguir un tema de conversación, pero sin poder hacer mucho más que compartir algunos breves guiños a referencias del pasado con cierta complicidad rebelde y promesas vanas en plan "tal vez en otra ocasión, en otro canal y con otro nick".

Al final, la gente se harta y abandonan el canal hasta otro día. Se va el primero en plan aventurero, le siguen los demás con la disculpa del primero. El día en el canal ha terminado, quedan aún unos cuantos que siguen la retransmisión en directo de una emisión televisiva con comentarios que no entiendería nadie por no seguir el contexto. Puede quedar alguien que diga "no os vayáis aún" sin decirlo, "aún no he podido encontrar la palabra exacta para decirle a Marga_37 lo que siento", pero aprenderá muy pronto a ahogar ese sentimiento de desdicha virtual y a recurrir más al diccionario si realmente le importa.