En pleno auge de las superproducciones bíblicas y épicas de la meca del cine Kirk Douglas apura el rodaje de su Espartaco, encarado a través de su propia productora Bryna y el apoyo financiero de la Universal. Douglas entendía la importancia dramática que la música podía imprimirle a la película, y le dio a North una libertad absoluta para dar rienda suelta a su creatividad, ayudado porque estaba despojada de las presiones de un gran estudio, ya que el control total lo detentaba Bryna. Universal solo conservaba la distribución.