La situación, a nivel global, se complica por momentos. Digamos, por resumir, que todo está sujeto por cuatro hilos, y no sabemos cual se romperá antes. Estos son las cuatro principales fuentes de crisis, a mi entender: cambio climático, escasez de recursos, guerra e irrupción de la inteligencia artificial.
Así las cosas, a lo mejor nos toca echar un vistazo a nuestra parte del mundo, y preguntarnos qué es lo que los europeos aportamos ahora mismo. Somos un continente envejecido, pobre en recursos naturales, con un consumo energético y de recursos inmenso y que ya no aporta gran cosa, salvo parques temáticos (antes llamados ciudades históricas) y muy buenos sermones humanitarios.
La cuestión es que, en ese escenario, puede haber alguien que piense que los europeos sobramos, y puede que esté pensando en deshacerse de nosotros por aquello del problema de los comensales: si no puedes conseguir más comida, puedes conseguir que aumente tu parte echando de la mesa a algunos comensales. ¿Y qué mejor que echar al gordo glotón, endeudado y llorica que es hoy en día el europeo?
Somos grandes productores de gases de invernadero, nuestras minas están agotadas, pretendemos vivir de los ingresos de las empresas foráneas, con programas sociales y rentas básicas que no se generarán con nuestras empresas punteras, sino con las suyas, y no estamos dispuestos a tomar las armas para nuestra propia defensa. Esos son los hechos, vistos desde fuera. Por lo tanto, o ayudamos a aumentar la tarta (desmembrar Rusia, enorme, poco poblada y con abundancia de recursos) o nos levantan de la mesa a guantazos.
Cuanto más miro la evolución de la Guerra de Ucrania, más sospecho que nos la van a liar, por ese camino, y por ese motivo. Nos van a llevar a la guerra para acabar con nosotros y que queden más recursos libres. Si no espabilamos, y pronto, además, nos vamos a encontrar en una situación en la que la irrelevancia será el menor de nuestros problemas.
Porque esta vez no hablamos de ideología, sino de supervivencia.