En uno de esos paseos, Einstein se detuvo bruscamente y, volviéndose hacia Pais, resumió en una simple pregunta su aversión por la física cuántica: “¿Usted cree realmente que la Luna no está ahí cuando no la mira?”.
Parece una pregunta tonta, pero no lo es. Y lo cierto es que, muchos años después, seguimos sin tener una respuesta definitiva.
El prestigio de Einstein en aquel momento era excepcional, pero debía sentir algo muy parecido a la melancolía. Hacía años que sus teorías no interesaban a la comunidad científica.