El futuro de la transición energética no se pinta solo con el blanco del litio. En buena medida es rojizo, el color del cobre. Y si la disponibilidad y volatilidad del primero lleva tiempo preocupando a la industria tecnológica, obligándola incluso a meter la cabeza en el sector minero, el segundo se mira también con cierta cautela. Y con razón. Voces hay ya que advierten del riesgo de escasez de cobre, panorama preocupante dado el papel que juega en las baterías o los paneles solares.
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