¿También creciste en los inicios de la telefonía móvil, cuando llamar a una persona implicaba dejarte una buena porción del saldo? Entonces conocerás el concepto de «perdida», esa llamada cuyo destino era no descolgarse y que servía como aviso para que la otra persona estuviera alerta. Que ya estábamos de camino, que esperábamos a que bajase de su casa o, también, servían como indicativo de que debían llamarnos. Una triquiñuela para ahorrar dinero que hace tiempo que se perdió. Por suerte.
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