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Los impuestos y el número de habitantes
En una isla hay 100 habitantes, todos lógicos perfectos. 15 años atrás no había ningún parentesco entre los que la habitaban, y entonces nació el primer niño. Cuando el tesorero fue a por la recaudación de impuestos, se dio cuenta de que ¡había exactamente 200 rupias! Curioso cuando de hecho las tasas que cobraron fueron de 3 rupias por hombre, 2.5 por mujer y 0.5 rupias por niño. Y entonces se dio cuenta de que no tenía ni la menor idea de cuantos hombres, mujeres y niños había en el pueblo, solo sabía que en total eran 100 y que todos los niños habían nacido en la isla. Y mientras pensaba en ello, decidió dar un paseo. Al salir a la calle vio a un chaval corroteando al que se acercó para preguntar...
- Hola chaval. ¿Sabes cuantos niños y niñas hay en la aldea?
- Hola señor. No, no lo sé.
- Y ¿no sabrás el número de hombres adultos o mujeres del pueblo?
- Tampoco.
- Oye, podrías decirme cuántos hermanos tienes, ¿no?
- ¿No lo sabe? Tengo el mismo número de hermanos que cualquier otro niño de la aldea, y todos los hermanos en el pueblo son puros, tanto por parte de padre como de madre.
- ¿No me puedes decir al menos si tienes muchos hermanos?
- Le diré que entre mis hermanos y yo, somos en total un número de una cifra. ¿Para qué me está preguntando estas cosas?
Y el tesoro le comentó su problema.
- ¡Ah! ¿Entonces es por eso? Pues ¡ahora sé la respuesta!
- Oye, pero dímelo y no corr...
Y él también sabía ya la solución. ¿Y tú?
- Hola chaval. ¿Sabes cuantos niños y niñas hay en la aldea?
- Hola señor. No, no lo sé.
- Y ¿no sabrás el número de hombres adultos o mujeres del pueblo?
- Tampoco.
- Oye, podrías decirme cuántos hermanos tienes, ¿no?
- ¿No lo sabe? Tengo el mismo número de hermanos que cualquier otro niño de la aldea, y todos los hermanos en el pueblo son puros, tanto por parte de padre como de madre.
- ¿No me puedes decir al menos si tienes muchos hermanos?
- Le diré que entre mis hermanos y yo, somos en total un número de una cifra. ¿Para qué me está preguntando estas cosas?
Y el tesoro le comentó su problema.
- ¡Ah! ¿Entonces es por eso? Pues ¡ahora sé la respuesta!
- Oye, pero dímelo y no corr...
Y él también sabía ya la solución. ¿Y tú?
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