¿Qué hizo el presidente de Castilla y León, ante la brutal intervención en las Cortes de su vicepresidente, Juan García-Gallardo? Lo primero, callar y tragarse la vergüenza. Luego, ya demasiado tarde, intentó salvar la cara, pero como si aquella basura hubiera provenido de un ectoplasma desconocido e inaprensible. “Si alguna persona o alguna entidad, del tipo que sea, se ha podido sentir molesta u ofendida por cualquier cosa que haya hecho el Gobierno de Castilla y León, yo le pido respeto y le pido también disculpas y perdón”.
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