Que los audios no sorprendan a quienes ya intuimos o sabemos cómo funciona nuestra democracia del “atado y bien atado” no significa que no sean un escándalo digno de la mayor de las denuncias. En cualquier país serio de Europa, una guerra sucia de esta magnitud sería motivo de caída de gobiernos, periodistas o funcionarios públicos. En España, apostamos, tras el escándalo inicial se correrá un tupido velo y todo pasará sin pena ni gloria.
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