Durante décadas, una llamada ley antipropaganda impidió al gigantesco brazo de radiodifusión del gobierno de Estados Unidos ofrecer programación a la audiencia estadounidense. Pero el 2 de julio, eso llegó silenciosamente a su fin con la aplicación de una nueva reforma aprobada en enero. El resultado: una liberación de miles de horas semanales de programas de radio y televisión financiados por el gobierno para el consumo interno estadounidense, en una reforma criticada inicialmente como luz verde a los esfuerzos de propaganda interna de Estados
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