Érase una vez, el presidente de Rusia, Vladimir Putin, era el hombre a quien ver: en las semanas previas a la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, los líderes mundiales se turnaron para viajar a Moscú para instar al líder del Kremlin a dar un paso atrás y cancelar cualquier plan de ataque. Esos esfuerzos fracasaron. Pero el hombre que puso en marcha una guerra catastrófica ahora encuentra sus opciones de viaje extremadamente limitadas.
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