Hubo un tiempo en el que a Umbral le dio por escribir que quería ser asesor porque era más que ser burócrata y mejor que ser político. Algo así como estar y no estar en la política. "Estar de estrella invitada". Corría el año 87 del siglo pasado y el Gobierno de entonces tenía un presupuesto de 1.400 millones de pesetas –más de 8 millones de euros– para contratar asesores. De libre designación, se entiende. Si hoy levantara la cabeza comprobaría que la política, los gobiernos y los partidos están en manos de esas "estrellas invitadas".
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