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Adopciones truncadas
“No la soporto, no la quiero”. Cuando Mercedes Mas Soler verbaliza con esta crudeza sus sentimientos hacia R., la hija adoptiva que había deseado con todas sus fuerzas y con la que durante ocho años intentó superar serias dificultades de adaptación, admite que se siente “una mierda”. Pero si ha accedido a contar su historia a La Vanguardia es porque cree que su experiencia puede ayudar a levantar el tabú que envuelve una situación tan extremadamente dolorosa como una adopción truncada. Una realidad silenciada.
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