En prácticamente la totalidad de los trastornos alimentarios aparece una imagen corporal distorsionada de uno mismo. Se magnifican detalles “inapropiados” para la persona (piernas, cartucheras, barriga, etc.), que generan numerosos pensamientos negativos que hacen referencia a tales “imperfecciones” y que unidos a una crítica y culpa excesiva por la imposibilidad de cambiar esto, van minando poco a poco la autoimagen de la persona generando sentimientos de angustia, frustración y de depreciación de su imagen y valía.