Uno de los pilares tanto del socialismo como de la izquierda en general es la laicidad del Estado, un principio democrático que persigue la libertad de conciencia de los ciudadanos, lo que requiere la separación entre la Iglesia y el Estado, así como entre la práctica religiosa, propia del individuo creyente, y la práctica democrática, propia del ciudadano y del responsable político. Mezclar el ámbito religioso con el democrático no parece una buena idea.
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