Durante toda su vida habló Sebastián con extraordinario cariño de ese órgano de Arntadt, casi como habla una madre de su primer hijo. Fue el primer órgano que, por decirlo así, pudo llamar suyo. Su investidura de organista fue muy solemne... Experimentó la sensación, según me contó más tarde, de que el mismo Dios había impreso su sello sobre su vocación musical y que, con ello, le había hecho lo que él había deseado ser siempre: un músico religioso. Amaba el órgano de tal manera, que, muchas veces, con un amigo dispuesto a darle al fuelle, iba a la iglesia a medianoche y lo tocaba hasta que la aurora enrojecía las ventanas que daban a oriente.
Ana Magdalena Bach.
Organo de Arnstadt restaurado en varias ocasiones: