Año 1998. La National Cattlemen’s Beef Association, el lobby estadounidense más potente de la industria cárnica, detectó un problema de difícil solución: el exceso de oferta de carne había hecho caer el precio de una vaca, y los ganaderos estaban en riesgo de ejecución hipotecaria y quiebra. Había que encontrar una fórmula, y con esa premisa contactan con dos jóvenes investigadores universitarios a los que les ofrecen el contrato del siglo: 1,5 millones de dólares a cambio de encontrar un nuevo corte que haya pasado desapercibido durante siglos
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