Y de repente, apareció. La tenue luz rodeaba su contorno, su sombra se proyectó sobre mí como un espectro en la oscuridad. No pude verle la cara, pero sí sentir su aterradora presencia. Se intuía que estaba acostumbrado a cabalgar la noche, casi como si tuviera sensores que le dijeran por donde tenía que caminar sin tropezarse.
Yo permanecí inmóvil, aterrada, como si su sola presencia me paralizaran los músculos. No podía salir un sonido de mi boca. Me sujetó fuertemente de los brazos, la presión hizo que se me entumecieran los dedos. Acercó su boca a la mía, parecía que quería decirme algo... y cayó al suelo. Inconsciente.
Un verdadero superhéroe me salvó de aquel violador. El agente Cole, fuera de servicio, casualmente pasaba por allí. O eso creía yo...