Tenía mucha razón el cardenal Payá cuando se opuso radicalmente a que el sacramento de la confesión pudiera administrarse por vía telefónica. Estaba todavía el invento en pañales, pero el primado de España, que era un lince, ya advirtió que para la auténtica confesión eran convenientes las distancias cortas. Por ejemplo, el escritor fantasma de Díaz Ferrán, presidente de la CEOE, nunca se atrevería a incluir, un elogio liberal de la presidenta madrileña Esperanza Aguirre que incluyese el colofón ditirámbico: "¡Es cojonuda, es cojonuda!"