"Estaba lleno aquello de mangantes, de lázaros, vagos, sinvergüenzas de todo tipo, gente sin el menor interés. [El Café Gijón] era una cosa muy pequeña, muy provinciana, y en el fondo muy mezquina. Un pequeño mundo muy casposo, lleno de envidias, de resentimientos. Como un casino de pueblo, con muchos viejos. Y con aquellos horribles escritores fascistas…".