Cada viernes, después de la cita semanal, Mustafa y sus amigos se reunían para discutir los progresos y retrocesos de la revolución que ellos ayudaron a iniciar. El pasado día 17, sin embargo, no hubo tiempo para ello: 10 minutos después de su término, un proyectil de mortero tiñó de sangre la protesta acabando con la vida de uno de los activistas más lúcidos y comprometidos de Aleppo o, como le define uno de sus amigos, un hombre “estricto moralmente hasta un extremo irritante”.