Después de la amputación de una extremidad, el paciente puede "sentir" la parte amputada del miembro como si fuera real. A veces esta sensación fantasma no es dolorosa y se percibe en forma de hormigueo, frío o calor. Sin embargo, en muchos casos puede ocasionar un dolor tanto intenso como constante en forma de quemazón, picor extremo o compresión, parecido al que puede advertir un miembro sano. A pesar de que este dolor suele disminuir en el transcurso de los dos años siguientes a la amputación, no hay ningún tratamiento que sea válido.