Recuerdo hace tiempo que, cuando todavía se hacía la mili y sorteaban quién se salvaba, celebraron un sorteo que más tarde se demostró mal planteado (por el error en las probabilidades, unos tenían más posibilidades de salvarse que otros). Lo creí un caso puntual (y error garrafal), pero resulta que existen todavía más injusticias en los sorteos que organiza el Estado. En este post se plantea el error que supone hacer sorteos basados en los apellidos de la gente y las letras del alfabeto.