En un lugar de La Mancha, a orillas del Júcar, semiperdido en mitad de una frondosa chopera, se encuentra un suntuoso palacio al estilo del de Versalles. Mandado construir, hacia 1902, por Don Enrique Gosálvez, tras la venta de una pequeña fábrica de papel, propiedad de la familia, a Papelera Española.