Una rutina a la que no me acostumbro son los controles de identidad racistas -más conocidos por “redadas”- que, aunque han dejado de ser noticia, no por eso han desaparecido. Como por ejemplo el de ayer a las 9:30 de la mañana en el metro de Lavapiés, en el que dos “secretas” jovencitos, medio escondidos en una curva de un pasillo pedían la documentación a las personas de piel negra, cobriza o de rasgos indígenas. Como Mamadou, un hombre de unos 30 años, africano con nacionalidad española, que coge todas las mañanas el metro para ir a trabajar