Que no aguanten nada. Que lo echen todo para fuera y que pidan ayuda, que vayan donde tengan que ir. No merece la pena aguantar, y mucho menos por los hijos, porque ellos sufren igual que tú. Porque es muy bonito salir a flote de un abismo -yo he estado en él- y tener tu vida. Y estar tranquila en tu casa, con tus niños, tu trabajo, sin que nadie te esté amargando la existencia de puertas para adentro». Lali, de 41 años, ya no vive asustada. Le ganó la batalla al miedo y recuperó la sonrisa. Su historia es la de una mujer superviviente.