Paul Perkins, o el hombre sin arrugas en los huevos, tenía una malformación que le acompañó toda su vida. Al contrario que los otros recién nacidos, Paul tenía el escroto liso. El médico que lo trajo al mundo, el doctor Jeremiah Spencer, no encontraba explicación: “Lo único que se me ocurre es que tenga los testículos muy gordos o el escroto muy pequeño. Al estar lleno, se tensa”. Como el niño, por lo demás, estaba sano, le dio el alta, no sin antes hacerles una recomendación a los padres: “Si quieren arrugarle el escroto, manténganlo en remojo