En las culturas más primitivas las cosas tenían su alma, nada se tiraba por viejo, todo se aprovechaba, y la comida era considerada como un regalo de la madre Naturaleza. Ese respeto por las cosas nacía desde la humildad, una humildad necesaria para mantener este planeta limpio y saludable, al igual que nuestra mente y nuestras relaciones con los demás.