No sé qué palabra emplear para no ofender a la gente que le tiene, que le tenemos, cariño a alguien como Sandra. Retrasada, subnormal, discapacitada psíquica, disfuncional, deficiente… eso era Sandra, aunque en su físico no se notara demasiado, si no fuera por su andar torpe, por su hablar atropellado y por esa expresión que indica ausencia de un último hervor. Extrovertida y habladora, llegó a mocita con tendencia a enamorarse, cariñosa y zalamera. Sandra y Pedro, un síndrome de Down tierno como un pollito, se enamoraron como dos patitos.