Por Jorge Lanata. María Ramona Ovando, se llama. Tiene 37 años, nueve hermanos, analfabetos como ella, trabaja en la recolección de yerba desde que aprendió a caminar, a los once fue entregada a una familia para trabajar como empleada doméstica, a los quince tuvo su primer embarazo, tuvo doce hijos y una de ellas, la menor, Carolina, se murió en sus brazos porque no llegó a un centro de salud para que la atendieran.