Tener la tumbona instalada junto a una manada de machos jóvenes en celo pegándose balonazos es algo que te puede amargar la tarde (como se levantan a eso de las 2, por las mañanas no hay peligro de encontrártelos). Las niñas del grupo asisten a este ritual de apareamiento con aparente indiferencia, aunque por los cuchicheos que mantienen entre ellas se ve que siguen con mucha atención las piruetas del Yónatan, el Cristian y el Yoni, tal vez repartiéndose el ganado para que a la salida de la discoteca esa noche no haya problemas de distribución.