Lo propio de los poetas es que, en un par de versos, van y condensan de forma fulgurante, por su concisión misma, lo esencial. Así lo hace Ezra Pound —el más maldito de todos los poetas malditos: fue enjaulado y torturado durante años por “la primera democracia del mundo”—, en el poema que este periódico publicó el pasado sábado. Todo el dilema entre orden y libertad, arraigo y desarraigo, toda la disyuntiva que marca y desgarra a nuestra época, está ahí, brotando de su canto. Veámoslo.