En otros tiempos, y qué malos tiempos fueron, el mundo temblaba cuando hablaba Alemania. Ahora casi ni se entera. Por ejemplo, si sólo me hubiera informado por la televisión y los periódicos estadounidenses de las últimas semanas, quizá ni me habría enterado de que el país más importante de Europa celebraba elecciones. Y de Gordon Brown y el congreso de su partido, que ofrece un reluciente folleto de cruceros para una nave que se hunde, ni noticia.