Una superproducción es capaz de cansar a cualquiera: directores, público, actores. ¿Podemos imaginar qué le ocurriría a un director normal, acostumbrado a rodajes pequeños, íntimos y alocados, si se viera abocado a dirigir tres superproducciones seguidas? Podemos: basta con observar, por ejemplo, a Sam Raimi, autor de la trilogía de Spiderman: dolores de cabeza, malestar general, aversión a los grandes equipos de rodaje y necesidad irrefrenable de volver a la infancia."Quería volver a los orígenes, hacer una película con equipo pequeño, íntimo"