Le hicieron una coronación a medida de sus necesidades, sin denunciar de dónde venía ni adónde iba, entronizándole como un faraón: rey vitalicio, jefe del Ejército y monarquía hereditaria. Y ahora, los dos partidos dinásticos turnantes le preparan una abdicación a la carta, blindando sus poderes depuestos más allá del cargo para que los tribunales, caso de desperezarse, no alcancen al Borbón del Bribón.