Entre los más grandes falsificadores de la historia es fácil encontrar a grandes artistas, geniales artesanos, mafiosos de la peor calaña o, incluso, personajes importantes con acceso a las más altas cotas de poder. Pero lo que es difícil imaginarse es que entre todos estos grandes delincuentes se colara una pobre ama de casa, de apenas 34 años y con siete hijos, que se hizo multimillonaria con un ingenioso método para falsificar billetes sin salir, a lo largo de toda su vida, de una pequeña villa de Massachusetts...