En diciembre de 1492 ocurría un suceso que pudo cambiar la historia de España. El rey bajaba la escalera del Tinell después de una mañana de trabajo en la Audiencia de Barcelona cuando un payés perturbado le apuñaló en el cuello. Mientras la Reina enloquecía en la incertidumbre la camarilla del monarca sopesaba una fuga por mar, por si se trataba de una conspiración. Pero resultó que no. El reo, Joan de Cañamares, fue condenado a muerte y descuartizado en las calles de Barcelona, donde el populacho le apedreó, quemó y aventó sus cenizas.