Cada vez con más frecuencia considero vivir en un país de calidad inferior, de pazguatos, ignorantes, malvados, tontos y asustadizos. Teóricamente disfrutamos de un régimen de libertades, podemos decir, no solo en la intimidad sino en la barra de un bar o en la parada del autobús lo que nos venga en gana, con escasa posibilidad de ser increpados y, menos aún, detenidos por la autoridad incompetente.