Floriano tiene razón: ¡dónde se va a comparar un registrador de la propiedad con un químico! Sobre todo en el mundo de ficción en el que él parece moverse y levitar. Ahora bien: cuando la Vida se le aparezca —que se le aparecerá, seguro— en forma de enfermedad y de dolor, entonces más vale que no llame a la puerta del Registro sino a la de la Química. Aunque se le aparezca sólo un poquito, como, por ejemplo, con un simple dolor de muelas.