NO hay más esencia del animal humano que el deseo. Tres siglos antes del escándalo freudiano, un judío español nacido en Ámsterdam dio la fórmula: «el deseo es la esencia misma del hombre». Freud culmina su lógica: ni horror, ni crueldad, ni guerra, ni placer homicida son accidentes en la historia humana; son determinaciones de esa esencia. Pocos momentos hay tan inteligentes