En 1961 la CIA reclutó a uno de sus miembros más sorprendentes: un gato. Con la idea de que hiciese de espía para la agencia. Para ello, decidieron convertirle, literalmente, en un transmisor con patas. Le instalaron un micro en las tripas y una antena en la cola, y posteriormente le amaestraron. Se encontraron con varios problemas, el primero de ellos, que el gato dejaba de "trabajar" en cuanto le entraba hambre, por lo que tuvieron que operarle para anularle la sensación de habmbre. Una historia increíble.