Por eso siempre he creído que la precaria calidad de nuestros sistemas de educación no es casual, sino un seguro de vida para los fabricantes de verdades necesitados siempre de unos consumidores de verdades tan pasivos e incapaces como cualquier comprador compulsivo frente a un estante de electrodomésticos. Pan, circo y verdades absolutas para los súbditos de este nuevo imperio. ¡Ave César!