A quien escucha la palabra lepra, por lo general, le vienen a la cabeza penosas escenas de marginación de películas bíblicas como Ben-Hur o de relatos ambientados en la Edad Media, donde enfermos harapientos subsisten a duras penas al margen de la sociedad. Esta patología, descrita por primera vez en el año 1.500 A.C. sigue viva, aunque al menos en España muy poco tiene ya que ver con esas heridas cutáneas, llagas y mutilaciones que, tras dañar la piel y los nervios periféricos, provoca en sus fases más avanzadas.