Su tragedia había comenzado a escribirse tres horas antes con el sobre que un botones había arrojado por debajo de su habitación en el Hotel de Santa Lucía, Montevideo, Uruguay, sede de la selección Argentina en la Copa del Mundo. Monti leyó su contendido dos, tres cinco veces, incrédulo, asustado, tembloroso. Dejó caer el papel, se botó en la cama, y 30 minutos más tarde escuchó a su compañero Alfredo Paternoster decirle, gritarle que ya se iban para el estadio.